viernes, 2 de febrero de 2007

La Estrella


Cada noche no puedo evitar mirarte en la lejanía inalcanzable. Paso horas observándote y tú ni siquiera eres consciente de mi existencia. Contemplo la inmensidad del firmamento y en seguida te reconozco. A ojos de cualquier otro eres una estrella más, no destacas sobre el resto, o al menos no de un modo evidente. Las hay más brillantes que tú, más grandes y de colores más llamativos, pero ninguna provoca en mi un sentimiento comparable al que me inunda cada vez que tus rayos llegan hasta mis ojos.

Te acercas a mí, tomas tu forma humana y tu intensa mirada se clava en mis ojos. Ya no puedo escapar. Siento una fuerza implacable que empuja mi nuca, he caído preso de tu empbrujo y mis labios se acercan lentamente a los tuyos. Nuestras cabezas se detienen al rozarse los labios, no hay urgencia, el tiempo es nuestro. Ninguno de los dos puede evitar esbozar una sonrisa nerviosa a la vez que mi alma se llena verdaderamente por primera vez.Sin separar nuestras miradas acaricio lentamente tus labios con los míos y comienzo lentamente una expedición por tu barbilla. Al llegar a esta te estremeces y te rindes, ofreciéndome tu sedoso cuello al retirar tu cabeza hacia detrás. Continúo recorriendo lentamente con mis labios el nexo de unión entre la razón y tu cuerpo . Beso el lóbulo de tu oreja sin prisa y nuestras mejillas se juntan uniéndonos en un solo ser completo por vez primera en toda nuestra existencia. Retiro un poco mi cara y tu mirada sobre mis ojos vuelve a convertirse en milagro. Parpadeo y empiezo a notar que me muevo de lado a lado. Vuelvo a parpadear y el traqueteo del tren acaba por arrancarme del sueño. Continúo mirando por la ventana como pasan rápidamente los árboles y me estremezco de nuevo al recordar que el sueño no era real. Mi mirada se pierde en el horizonte del atardecer ya maduro. El naranja intenso, que comienza a tornarse azul frío, anuncia tu llegada de nuevo. Esta noche podré volver a obserbarte. Volveré a intentar que mis esfuerzos por hacerte feliz lleguen hasta tu ya familiar lejanía.

Se para el tren, se abren sus puertas y una simpática chica se sienta a mi lado y me da conversación. Una vez más intentaré suplir tu ausencia.

No hay comentarios: